La relación entre los microorganismos intestinales y ciertas enfermedades orgánicas y cognitivas cobra cada vez más evidencia. Saber si el propio microbioma está alterado o no, puede abrir camino a nuevos diagnósticos y tratamientos. Un campo científico fascinante que tiene a la ciudad como pionera en el país y Latinoamérica.
por Florencia O’Keeffe / La Capital
Estamos repletos de bacterias y otros microorganismos. Convivimos con ellos. Es más, los necesitamos para estar saludables, pero en su justa medida. Si algunos faltan o aparecen en exceso podemos enfermarnos. La relación entre el desequilibrio del microbioma — que es la diversidad de microorganismos que tiene nuestro cuerpo— y ciertas enfermedades como la diabetes o el autismo (por citar algunas) cobra cada vez mayor relevancia. Ya hay estudios a nivel mundial que buscan determinar cómo restablecer el orden en los microbiomas desordenados y así mejorar la calidad de vida o curar a personas con diversos padecimientos.
Tan relevante es el tema que el mes pasado la Casa Blanca anunció que junto al sector privado iniciará el proyecto Microbioma Nacional en el que invertirá unos 500 millones de dólares y otros recursos con “el objetivo de avanzar en la comprensión del microbioma para ayudar al desarrollo de aplicaciones útiles en áreas como la salud, la producción de alimentos y la restauración del medio ambiente“.
Los microbios nos habitan por todos lados: la piel, las mucosas, el intestino. Y forman microbiomas. El microbioma intestinal parece ser el que mayor impacto tiene en algunas patologías cuando no es normal. Para saber cuánto se distancia de la normalidad es necesario establecer parámetros, y lo curioso es que cada región tiene los suyos porque el microbioma está íntimamente ligado a los hábitos de vida y el medioambiente. Por eso, el microbioma intestinal “habitual” en los habitantes de Chicago puede diferir del que tienen los habitantes de Rosario. De allí que resulte fundamental que cada lugar conozca el suyo, para así poder establecer comparaciones.
Atentos a los avances y las posibilidades clínicas que se abren en este campo, un grupo de científicos y bioquímicos locales inició el proyecto Microbioma Rosario, cuya etapa piloto ya concluyó, y que tendrá el mes que viene resultados sobre una base más grande.
El grupo, denominado Héritas, está dirigido por el bioquímico y profesor Fabián Fay (de laboratorios Cibic) y el doctor en biología molecular y miembro del Conicet Martín Vázquez (a cargo de la plataforma de genómica de Indear y director de Bioceres).
Ya pusieron en marcha y cerraron un primer proyecto — coordinado por la doctora Mariela Sciara— que fue publicado este año en una revista especializada. Ahora están a punto de concluir la primera etapa de uno mucho más ambicioso que abarca a 200 personas de Rosario y la región.
Dra. Mariela Sciara y Dr. Martín Vázquez.
Recolectaron las muestras de los primeros 150 participantes que dieron su consentimiento para que se analicen muestras biológicas (orina, materia fecal y sangre) las que serán procesadas con tecnología de última generación. Esto permitirá diseñar el primer mapa de bacterias intestinales de la zona. Una vez obtenido el microbioma “normal”, se abre un mundo de posibilidades para hacer comparaciones y detectar aquellos que están fuera de los límites de referencia.
En diálogo con Más, Martín Vázquez y Mariela Sciara dieron detalles de este avance. Para empezar, señalaron que por el momento el hecho de detectar microbiomas alterados no implica que se pueda obtener un diagnóstico clínico, pero esos datos ofrecen información valiosa a los médicos (cada vez más interesados en esto) sobre todo cuando están ante casos difíciles.
No caben dudas: un desajuste en el microbioma puede estar íntimamente relacionado con algunas patologías que afectan el desarrollo cognitivo o que provocan ciertas enfermedades orgánicas. Así como descifrar el genoma humano ha permitido identificar fallas o cambios en ciertos genes que provocan enfermedades, la lectura del microbioma intestinal viene a sumar información a ese conocimiento. Al punto de que ya se habla de que el intestino es el segundo cerebro.
Dos ejemplos (en los que participa Héritas) lo demuestran. Una médica genetista de la ciudad de Córdoba —que intenta saber cuál es la dolencia que afecta a dos hermanitos que tienen problemas de aprendizaje y desarrollo— pidió al grupo rosarino que estudien el microbioma de los chicos, a fin de establecer si está desregulado o no. “Ya les mandamos los kits para que tomen las muestras”, especifica Sciara, entusiasmada porque son los propios médicos los que están solicitando este tipo de estudios.
El otro ejemplo está sucediendo en el Hospital Austral de Buenos Aires. El médico encargado del área de trasplante hepático de dicha institución —referente a nivel nacional en este tema— promovió el inicio de un estudio que están haciendo en conjunto con Héritas por medio del cual investigarán qué pasa con el microbioma de los pacientes que tienen cirrosis hepática no alcohólica que derivan en hepatocarcionomas. “Lo que queremos averiguar es si en las personas que hacen esa complicación existe algún patrón específico en su microbioma, la primera hipótesis es que si, que tienen alteraciones”, señalan Sciara y Vázquez.
El principal objetivo es comprender cómo se comportan los microbiomas, en este caso los que residen en humanos (también están presentes en animales y plantas) para poder mantener o restaurar su función. Dada la relevancia de esta herramienta científica, el grupo Héritas puso manos a la obra. Gracias a un mayor conocimiento y la tecnología adecuada se pudo avanzar en el dibujo de este mapa regional de bacterias intestinales.
Martín Vázquez lo explica: “Lo esencial fue respondernos una pregunta madre ¿cuál es el microbioma sano en nuestra región? Para eso hicimos un primer proyecto, único en la Argentina y también en Latinoamérica, en el que comparamos el nuestro con el de otro país. La primera respuesta que obtuvimos es que hay diferencias con el microbioma de Estados Unidos. No son iguales. Las proporciones de los microorganismos que están dando vueltas en nuestro cuerpo no son iguales a las de ellos. Por lo tanto quedó claro que no puedo tomar como referencia de sano algo que se considera así en otro lugar del mundo. En mi población es de determinada manera. Necesito saber cuál es mi línea de base argentina”.
Como el microbioma intestinal es el que tiene mayor relación o impacto con un montón de enfermedades se optó por estudiar este. “Hay trabajos muy serios que dan cuenta de que la relación entre el cerebro y el intestino es más íntima de lo que imaginábamos. Es como una autopista de dos vías”, agrega. Enfermedades como la ansiedad, la depresión, la esquizofrenia, parecen tener parte de su origen en el intestino, toda una novedad.
Luego del primer trabajo lo ampliaron a una segunda etapa de ciudades de más de 200.000 habitantes. La mayoría de las muestras son de Rosario pero también se sumaron Paraná, Venado Tuerto y Rafaela.
“Esto nos dio miles de secuencias genómicas que nos permiten identificar las bacterias presentes. Pero aunque son muchas, hay algunas que predominan. Un 80% de los microbios corresponden a 10 o 12 especies”, dice Vázquez.
Así, los científicos pudieron verificar un componente local en los rosarinos que es claramente diferente del perfil norteamericano. “Las bacterias son mayormente las mismas pero varían las proporciones. Precisamente, esas diferencias son las que justifican tener una referencia local para poder detectar correlaciones”.
Unos veinte profesionales formaron parte de esta segunda parte de la investigación que ya está por concluir su primera etapa. La meta es llegar a recolectar 200 muestras (ya tienen más de 150). Personas que tomaron conocimiento del proyecto por distintos medios ofrecieron voluntariamente sus muestras para que sean analizadas. “Les dimos un kit para que en su casa recolecten la orina y materia fecal y en el laboratorio se les extrajo sangre; además completaron un formulario a modo de historia clínica (actividad física, tipo de alimentación, si fuma o no, si tiene presión alta o colesterol). Tuvimos que fijar criterios estrictos de inclusión y exclusión, por eso del grupo inicial quedaron muchos menos ya que no todos podían participar, por diversos motivos”, explican.
Las muestras que están siendo procesadas a fin de “armar” el microbioma rosarino no son identificadas ni con nombre ni DNI ni ningún otro dato personal. Sí se les dio a todos los participantes el resultado de los análisis de sangre (que son como cualquier análisis de un chequeo general).
“Tener nuestros propios datos es clave. Los desórdenes asociados a microbiomas se describen cada vez con mayor profundidad y detalle en la bibliografía mundial. Inflamaciones intestinales, problemas inmunológicos, enfermedades metabólicas y hasta desórdenes psiquiátricos podrían estar relacionados con un microbioma desregulado. Contar siempre con un diagnóstico y un tratamiento apropiado es una necesidad para la que estamos buscando caminos a través de la medicina personalizada”, remarcan los profesionales.
No está muy lejos el momento en el que el médico pida un diagnóstico de microbioma y en base a eso nos recete un probiótico de diseño (similar al yogurt que compramos en el supermercado), que vayamos a la farmacia a buscarlo y que lo tomemos para reconstituir determinado desorden en nuestro microbioma. Hay nuevas empresas en Estados Unidos y otros lugares del mundo que están avanzando en este tipo de desarrollos. “Por eso debemos estar preparados. Es un camino que recién empieza, pero su crecimiento es vertiginoso. La ciencia de Rosario avanza, sin dudas. Y queremos seguir llevándola alto“, dicen Vázquez y Sciara.
Cómo nació el proyecto
Después de que se concretó el proyecto Genoma Humano el interés fue creciendo en secuenciar el “Segundo Genoma”. ¿De qué se trata? De un genoma compuesto por cientos de millones de microbios que habitan el cuerpo humano. Este microbioma lleva a cabo funciones vitales para el organismo que lo hospeda, trabajando en una íntima relación. Se estima que el microbioma alberga más de 1 millón de genes contra los aproximadamente 28.000 que tiene el genoma humano. Por eso se sospechó primero y se observó después que desórdenes en el microbioma podían acarrear patologías humanas. El Proyecto Microbioma Humano (HMP) reunió más de 80 instituciones y reunió a 300 individuos sanos para tomar muestras de cinco partes principales del cuerpo. Insumió más de 175 millones de dólares. Los datos de los individuos sanos constituyen una muy buena referencia para estudios de patologías asociadas a desórdenes del microbioma. Un punto importante que surge del análisis de las poblaciones de individuos sanos al comparar por geografía, etnia y fondos genéticos diversos es que dichos factores tienen un rol preponderante sobre el microbioma humano. Por eso no puede haber una sola referencia de microbioma sino que se requieren múltiples, dependiendo de diversos factores locales, aunque hay un núcleo central se comparte siempre entre todos. De allí la relevancia de contar con referencias locales, que den cuenta de cuál es lo “normal” para esa población particular.
Ese el punto de partida para el análisis de desórdenes asociados.
Rosario gestó y presentó este año los resultados del primer microbioma argentino, ahora va por una segunda etapa, mucho más abarcativa que dará datos de referencia muy valiosos.
Público y privado
El proyecto de microbioma rosarino es una iniciativa privada pero en su segunda etapa contó con un subsidio provincial. “Advertimos el interés y valoramos el apoyo. En general es el Estado el que hace punta en este tipo de propuestas de investigación inicial pero esta vez se dio al revés. El sector privado dio el puntapié y el sector público prestó atención. Estamos seguros de que el objetivo es continuar con ese respaldo. La planta de metabolómica recién inaugurada en el Hospital Centenario es otro ejemplo de que el sector público de la salud apoya estos avances en medicina personalizada”, dice el científico Martín Vázquez.
Fuente: Diario La Capital |Suplemento Más | páginas 2, 3 y 4. | Domingo 26 de junio de 2016.